[:es][vc_row css=”.vc_custom_1446252016504{margin-top: 75px !important;}”][vc_column][ultimate_heading main_heading=”¿Sigue la política siendo un asunto de hombres?” main_heading_color=”#003f9c” alignment=”left” main_heading_font_size=”desktop:52px;” main_heading_margin=”margin-bottom:30px;”][/ultimate_heading][/vc_column][vc_column width=”2/3″][vc_single_image image=”5952″ img_size=”full” css=”.vc_custom_1444950156336{margin-bottom: 15px !important;}”][vc_column_text css=”.vc_custom_1444950116798{margin-bottom: 30px !important;}”]Dieciséis años después de la presentación del estudio “¿Por qué no votan los guatemaltecos?”[1],
es necesario hacer un repaso sobre los avances alcanzados, por ejemplo, el incremento en un 8 por ciento de las mujeres en el padrón electoral entre las elecciones celebradas en 1999 y 2011 y que para los comicios 2015 alcanza el 10%.

En noviembre de 1999, el análisis sobre Participación Electoral de los Pueblos Indígenas
elaborado por Klaro Comunicación y que formó parte del estudio citado, reveló que casi la mitad de las mujeres guatemaltecas no eran formalmente ciudadanas aptas para el voto.

La información se compiló por medio de grupos focales y observación en municipios de Sololá, Totonicapán, Quiché, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quetzaltenango y Chimaltenango, lugares en donde una de las frases más recurrentes que los investigadores escucharon, por parte de las mujeres respecto a la política, fue “eso, es un asunto de hombres”.

A finales de los 90, la participación de la mujer era escasa en la política local y su incidencia era mayor en las organizaciones sociales. Acudir a los centros de votación, concentrados mayoritariamente en las áreas urbanas, constituyó un reto, principalmente para las mujeres y ancianos, situación que para las féminas implicaba “dejar el hogar familiar y niños por periodos prolongados”, según las apreciaciones obtenidas en el estudio.

En 1999, de 4 millones 459 mil empadronados, estaban registradas 1 millón 901 mil mujeres (42 .6 por ciento); de las inscritas, únicamente 38 de cada cien ejercieron el voto. A ello debe agregarse que, de la población femenina en edad de votar, 31 de cada 100 no estaban empadronadas, significando ello una renuncia total a ejercer el voto.

En 2003 la situación era similar y al 9 de agosto de ese año se reportó 1 millón 521 mil 387 ciudadanas inscritas alfabetas y 731 mil 138 analfabetas, que en total representaban el 44 por ciento de empadronados.

Entre las conclusiones obtenidas en esa ocasión se destacó que “si las mesas estuvieran más cercanas, la participación de ese grupo seguramente aumentaría al simplificarse la solución de los problemas vinculados a la ausencia del hogar”, y las consultas indicaron que las personas que no votaban estaban dispuestas a hacerlo si se acercaban las mesas a sus comunidades. La idea era promover la descentralización de las Juntas Receptoras de Votos para acercarlas a los electores.

En 2004, la Comisión de Asuntos Electorales inició la discusión de la reforma electoral con los aportes provenientes de las instancias que se habían integrado a raíz de los Acuerdos de Paz, entre estos, la Comisión de Reforma Electoral y entre sus recomendaciones destacó la creación de un Documento Personal de Identificación, actualización del padrón, la descentralización de las mesas y aspectos sobre transparencia y rendición de cuentas.

Los efectos de los cambios en la legislación fueron evidentes en las elecciones de 2007, cuando se registró que las mujeres representaron el 50.25 por ciento del padrón electoral y evidenció que los aportes de este tipo son fundamentales para consolidar la democracia.

La equidad es un pilar para el desarrollo de cualquier país, principalmente en este momento en que hay un clamor por mejorar el contenido de la Ley Electoral y de Partidos Políticos por parte de la sociedad civil, sector empresarial y la academia.

[1] ¿Por qué no votan los guatemaltecos? Estudio de participación y abstención electoral. PNUD, TSE, International IDEA. 207 páginas. Octubre 2000.[/vc_column_text][vc_column_text][ssba][/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=”1/3″ css=”.vc_custom_1444947955809{margin-right: -15px !important;margin-left: 15px !important;}”][vc_wp_categories options=”count”][vc_wp_posts number=”5″][/vc_column][/vc_row][:en][vc_row css=”.vc_custom_1446252016504{margin-top: 75px !important;}”][vc_column][ultimate_heading main_heading=”¿Sigue la política siendo un asunto de hombres?” main_heading_color=”#003f9c” alignment=”left” main_heading_font_size=”desktop:52px;” main_heading_margin=”margin-bottom:30px;”][/ultimate_heading][/vc_column][vc_column width=”2/3″][vc_single_image image=”5952″ img_size=”full” css=”.vc_custom_1444950156336{margin-bottom: 15px !important;}”][vc_column_text][ssba][/vc_column_text][vc_column_text css=”.vc_custom_1444950116798{margin-bottom: 30px !important;}”]Dieciséis años después de la presentación del estudio “¿Por qué no votan los guatemaltecos?”[1],
es necesario hacer un repaso sobre los avances alcanzados, por ejemplo, el incremento en un 8 por ciento de las mujeres en el padrón electoral entre las elecciones celebradas en 1999 y 2011 y que para los comicios 2015 alcanza el 10%.

En noviembre de 1999, el análisis sobre Participación Electoral de los Pueblos Indígenas
elaborado por Klaro Comunicación y que formó parte del estudio citado, reveló que casi la mitad de las mujeres guatemaltecas no eran formalmente ciudadanas aptas para el voto.

La información se compiló por medio de grupos focales y observación en municipios de Sololá, Totonicapán, Quiché, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quetzaltenango y Chimaltenango, lugares en donde una de las frases más recurrentes que los investigadores escucharon, por parte de las mujeres respecto a la política, fue “eso, es un asunto de hombres”.

A finales de los 90, la participación de la mujer era escasa en la política local y su incidencia era mayor en las organizaciones sociales. Acudir a los centros de votación, concentrados mayoritariamente en las áreas urbanas, constituyó un reto, principalmente para las mujeres y ancianos, situación que para las féminas implicaba “dejar el hogar familiar y niños por periodos prolongados”, según las apreciaciones obtenidas en el estudio.

En 1999, de 4 millones 459 mil empadronados, estaban registradas 1 millón 901 mil mujeres (42 .6 por ciento); de las inscritas, únicamente 38 de cada cien ejercieron el voto. A ello debe agregarse que, de la población femenina en edad de votar, 31 de cada 100 no estaban empadronadas, significando ello una renuncia total a ejercer el voto.

En 2003 la situación era similar y al 9 de agosto de ese año se reportó 1 millón 521 mil 387 ciudadanas inscritas alfabetas y 731 mil 138 analfabetas, que en total representaban el 44 por ciento de empadronados.

Entre las conclusiones obtenidas en esa ocasión se destacó que “si las mesas estuvieran más cercanas, la participación de ese grupo seguramente aumentaría al simplificarse la solución de los problemas vinculados a la ausencia del hogar”, y las consultas indicaron que las personas que no votaban estaban dispuestas a hacerlo si se acercaban las mesas a sus comunidades. La idea era promover la descentralización de las Juntas Receptoras de Votos para acercarlas a los electores.

En 2004, la Comisión de Asuntos Electorales inició la discusión de la reforma electoral con los aportes provenientes de las instancias que se habían integrado a raíz de los Acuerdos de Paz, entre estos, la Comisión de Reforma Electoral y entre sus recomendaciones destacó la creación de un Documento Personal de Identificación, actualización del padrón, la descentralización de las mesas y aspectos sobre transparencia y rendición de cuentas.

Los efectos de los cambios en la legislación fueron evidentes en las elecciones de 2007, cuando se registró que las mujeres representaron el 50.25 por ciento del padrón electoral y evidenció que los aportes de este tipo son fundamentales para consolidar la democracia.

La equidad es un pilar para el desarrollo de cualquier país, principalmente en este momento en que hay un clamor por mejorar el contenido de la Ley Electoral y de Partidos Políticos por parte de la sociedad civil, sector empresarial y la academia.

[1] ¿Por qué no votan los guatemaltecos? Estudio de participación y abstención electoral. PNUD, TSE, International IDEA. 207 páginas. Octubre 2000.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=”1/3″ css=”.vc_custom_1444947955809{margin-right: -15px !important;margin-left: 15px !important;}”][vc_wp_categories options=”count”][vc_wp_posts number=”5″][/vc_column][/vc_row][:]