De acuerdo a la mitología griega, Narciso era un atractivo joven que, engreído de sí mismo, despreció y rechazó cruelmente a la ninfa Eco, razón por la cual Némesis – diosa de la justicia retributiva- decidió castigarlo haciendo que al mirarse en el agua se enamorara de sí mismo. Incapaz de desprenderse de su propia imagen cayó al agua y murió. De allí que a las personas vanidosas y centradas en sí mismas se les llame narcisistas.
El conocido académico y profesor universitario Marshall McLuhan reinterpretó el mito en cuestión. En su lectura, lo que sucedió con Narciso fue que su falta de control sobre el medio en el cual se veía reflejado: el agua, lo llevó a un “entumecimiento” de su sistema nervioso al punto de hacerlo colapsar, narcotizándolo y llevándolo a la muerte. Según McLuhan, el nombre Narciso deriva de la palabra griega narcosis, que significa aletargamiento.
Para McLuhan esa relectura del mito solo fue el pretexto para predecir la compleja relación que tendríamos con los diferentes medios de comunicación como “extensiones” del cuerpo, así como el efecto que los mismos provocarían en nosotros, cambiando nuestros hábitos, comportamientos y opiniones. Aunque este fenómeno lo vimos previamente con la prensa impresa, la radio y la televisión, la relación que actualmente sostenemos con el internet y las redes sociales ha complejizado la situación.
Si la lectura de McLuhan es correcta, en la actualidad estamos narcotizados, de diferente forma e intensidad por el internet y las redes sociales. Para dimensionar este efecto basta ver cómo nuestra mirada se detiene cada vez más tiempo en el celular que en el otro, aunque ese otro (u otros) sea nuestra familia o nuestros amigos. A lo cual se suma que las redes sociales pueden provocar un ilusorio efecto de acción, por el solo hecho de verlas, opinar en las mismas o darle un “me gusta” a algo.
Hay una pregunta que surge ¿nos entretenemos, nos informamos o nos evadimos con el internet? Esto requiere una respuesta individual. No se puede cortar a todo el mundo con la misma tijera. La respuesta individual a esta pregunta nos puede ubicar en dónde estamos, si somos Narcisos, estamos en vías de serlo o por el contrario, tenemos la capacidad de ver el agua como lo que es: una realidad que solo refleja una imagen que dista mucho de ser nuestra esencia humana.
Concluyo con un fragmento de un poema de Mario Benedetti: “Pero hoy me siento apenas como laguna insomne…sereno en mi confianza/confiado en que una tarde/te acerques y te mires/ te mires al mirarme”.
Quizás parte de la clave esté en no perder la capacidad de ver al otro.