[:es][vc_row css=”.vc_custom_1446251989567{margin-top: 75px !important;}”][vc_column][ultimate_heading main_heading=”Acceso a los recursos, una demanda constante de la población.” main_heading_color=”#003f9c” alignment=”left” main_heading_font_size=”desktop:52px;” main_heading_margin=”margin-bottom:30px;”][/ultimate_heading][/vc_column][vc_column width=”2/3″][vc_single_image image=”5950″ img_size=”full” css=”.vc_custom_1445017832495{margin-bottom: 15px !important;}”][vc_column_text css=”.vc_custom_1445017113794{margin-bottom: 30px !important;}”]El Tribunal Supremo Electoral (TSE) promueve en una iniciativa de ley pendiente de ser conocida en el Pleno del Congreso, la paridad por sexo y etnia en la integración de los órganos partidarios de las organizaciones políticas y la democratización interna de estas agrupaciones, todo en aras de eliminar la discrecionalidad que tienen los dirigentes en la postulación de candidatos.El estudio ¿Por qué no votan los guatemaltecos? indicó que la gente que votó en 1999 lo hizo motivada por la posibilidad de tener acceso a los recursos y al desarrollo de sus municipios, a través del poder local. Quienes no votaron se pronunciaron en sentido de falta de credibilidad en los partidos políticos. La situación actual no distaría de un panorama similar.
La investigación implementada en los municipios de Sololá, Totonicapán, Quiché, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quetzaltenango y Chimaltenango reportó que la población demanda de un candidato ideal, que tenga la capacidad de darle espacio a la mujer, tener buenas relaciones humanas, vocación de servicio e identificarse con las necesidades de la comunidad, entre otros.
En ese momento se observó que los partidos políticos tradicionales no gozaban de la credibilidad de los habitantes por varios motivos: desconocimiento de la cultura del lugar, la cosmovisión, los intereses y la historia local. Todo ello porque los candidatos representaban a grupos ladinos y habían sido designados “a dedo” por las organizaciones partidarias.
Asimismo, los comités cívicos eran vistos como la opción que reflejaría la voluntad de los habitantes, por ser las agrupaciones que contaban con legitimidad y representatividad. La motivación principal de quienes acudieron a las urnas era la “esperanza de un desarrollo para los municipios, en especial de los grupos vulnerables” y la “expectativa de mejorar la calidad de vida de las personas de las comunidades”, entre otros.
Al igual que en la actualidad, los entrevistados confirmaron que había ofrecimientos y regalos de los partidos políticos consistentes en láminas, estufas mejoradas, palas, piochas y otros implementos. Se reportó desmotivación frente a los engaños y promesas no cumplidas de los candidatos cuando alcanzan los puestos para los cuales se postulan.
La situación se mantiene y para muestra una revisión hecha en el informe de la Misión Indígena de Observación Electoral sobre los comicios 2011 reporta que hubo discursos demagógicos en campaña, listados de ofrecimientos sin abordar seriamente los “cómos” y los “con qué”, así como la inclusión catalogada de cosmética para que candidatos indígenas aparecieran en los listados, pero en posiciones en las que, evidentemente, carecían de probabilidades de ganar.
En resumen, continúa vigente la percepción que los Pueblos Indígenas tenían en 1999, acerca de los partidos políticos. Desde la perspectiva indígena, se veía la elección del presidente y otros cargos de elección popular como algo lejano, desconocido y frustrante, que se puede mantener como una razón más para alejarse de las urnas.
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La investigación implementada en los municipios de Sololá, Totonicapán, Quiché, Alta Verapaz, Huehuetenango, Quetzaltenango y Chimaltenango reportó que la población demanda de un candidato ideal, que tenga la capacidad de darle espacio a la mujer, tener buenas relaciones humanas, vocación de servicio e identificarse con las necesidades de la comunidad, entre otros.
En ese momento se observó que los partidos políticos tradicionales no gozaban de la credibilidad de los habitantes por varios motivos: desconocimiento de la cultura del lugar, la cosmovisión, los intereses y la historia local. Todo ello porque los candidatos representaban a grupos ladinos y habían sido designados “a dedo” por las organizaciones partidarias.
Asimismo, los comités cívicos eran vistos como la opción que reflejaría la voluntad de los habitantes, por ser las agrupaciones que contaban con legitimidad y representatividad. La motivación principal de quienes acudieron a las urnas era la “esperanza de un desarrollo para los municipios, en especial de los grupos vulnerables” y la “expectativa de mejorar la calidad de vida de las personas de las comunidades”, entre otros.
Al igual que en la actualidad, los entrevistados confirmaron que había ofrecimientos y regalos de los partidos políticos consistentes en láminas, estufas mejoradas, palas, piochas y otros implementos. Se reportó desmotivación frente a los engaños y promesas no cumplidas de los candidatos cuando alcanzan los puestos para los cuales se postulan.
La situación se mantiene y para muestra una revisión hecha en el informe de la Misión Indígena de Observación Electoral sobre los comicios 2011 reporta que hubo discursos demagógicos en campaña, listados de ofrecimientos sin abordar seriamente los “cómos” y los “con qué”, así como la inclusión catalogada de cosmética para que candidatos indígenas aparecieran en los listados, pero en posiciones en las que, evidentemente, carecían de probabilidades de ganar.
En resumen, continúa vigente la percepción que los Pueblos Indígenas tenían en 1999, acerca de los partidos políticos. Desde la perspectiva indígena, se veía la elección del presidente y otros cargos de elección popular como algo lejano, desconocido y frustrante, que se puede mantener como una razón más para alejarse de las urnas.
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