Hace más o menos una década, en el paisaje de la identidad corporativa, una marca se apropió del término pasión -poético por excelencia- para definir su compromiso empresarial con lo que hacía, con sus audiencias y con la sociedad.

Escrito por: Andssuer Hernández

La definición conquistó corazones, porque trasladaba un sentimiento humano y visceral al ámbito empresarial e invitaba a todos a sentir lo mismo, ¿quién puede negarse a sentirse apasionado por algo? Poco tiempo después empezamos a ver la pasión en los taglines y manifiestos más variados, al punto que de ser un término inspirador, pasó a ser un apellido genérico de las marcas.

Si al buscar diferenciarse, las marcas hacen lo que otros ya están haciendo, lograrán poco más que nada.

Follow the leader era un mantra empresarial en los 50’s. Buscar la diferenciación pareciéndose a todos resulta un irremediable callejón ciego.

Al examinar las experiencias exitosas en posicionamiento, encontramos que las marcas que lo han logrado de forma sólida, lo han hecho buscando su esencia: la autenticidad y encontrando en su quehacer, la razón por la cual se embarcaron en la aventura empresarial.

Las marcas, como los seres humanos, tienen en sí mismas su activo más importante: la originalidad y la unicidad. Encontrar, valorar y explotarlo para diferenciarse, puede resultar realmente apasionante y provechoso.