Por dinero: hasta dónde ha llegado Instagram
Fotos artísticas, con efectos vintage que trataban de comunicar alguna escena o emoción de la persona que publicaba y con “hashtags conceptuales” era lo que hizo el diferencial de esta app.
El día de hoy, nos encontramos con reels o contenido de influencers que, al criterio de muchos, sumado el mío, es contenido sin valor que solo genera ruido de personas queriendo captar segundos de nuestra atención ante los millones de perfiles que compiten según el algoritmo creado para mostrarnos contenido “de nuestro interés”.
La primera foto de la historia publicada en la red social de Instagram fue un accidente, una imagen sin pretensiones se contrapone a todas esas fotos de estilos de vida, viajes lujosos, trends, información que muchas veces es fake news , comidas “foodie”, consejos de belleza y salud, tipos de vestimenta según el estilo de cada perfil que pretenden vender una imagen o apariencia que, me atrevería a decir que la mayoría de veces no es real.
Me he topado con personas que se tardan más de 6 horas en decidir qué foto subir o qué filtro usar en una historia porque no soportan la espontaneidad o realidad de lo que fue capturado por su teléfono. Todos tenemos una amiga o un hijo que te hace repetir una foto porque “no le gusta el ángulo en que salió”, haciendo del contenido “instantáneo” una postal extremadamente posada sin contar con los filtros, inclinaciones de ángulos y ediciones extras en donde lo espontáneo y artístico. De esa idea inicial de espontaneidad, no queda ni un pixel de del concepto original de esta red social.
Parte de la sobrevivencia de Instagram – ante un mega gigante como TikTok o en su momento Snapchat que trató de competir- fue el monetizar la red para generar utilidades y poder coexistir en el cambiante mundo digital que muestra la información que quieres ver en tan solo segundos.
Para sobrevivir, Instagram tuvo que encontrar un equilibrio entre ser rentable y mantener su esencia, adaptándose sin perder lo que lo hacía único.